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La cita de las 5 y media

–Doctor, necesito ayuda– Dijo Martha. –Para eso estas aquí, dime qué es lo que pasa. – Dijo el doctor, mientras se acomodaba sus gafas enormes con montura dorada. –Doctor, temo que mi hijo se ha vuelto loco, o algo peor. Hoy en la mañana lo encontré hablando solo.–  La mirada de Martha estaba clavada en sus manos, que se movían inquietas. El doctor no pudo evitar hacer una expresión de incredulidad. Soltó una pequeña risa y contestó. –Martha, tu hijo es muy pequeño aún, es normal que tenga amigos imaginarios. A muchos chicos les ayuda a sentirse escuchados. No es nada de que preocuparse, quizá solo necesita un poco más de atención, es todo. –Doctor, usted no entiende. Mi niño habla de cosas que no tiene forma de saber. Sostiene una conversación como si fuera un adulto. Y cuando le pregunto con quién habla, parece no darse cuenta de que estaba hablando con nadie, me responde que sólo está jugando con sus carritos. Estoy asustada doctor, lo hablé con mi hermana y me

El Espectador 3

EL ESPECTADOR “ La Obra Maestra ” Por: Karla Günz L os minutos pasaban y él seguía ahí, contemplándola. Ella estaba aturdida, tenía las muñecas y los tobillos atados a una silla, una silla por cierto, bastante cómoda. Intentó soltarse sin éxito. Su ropa estaba mojada aún, vestía una pijama de verano, por lo que gran parte de su piel estaba expuesta a la oscuridad de la noche. La luz era muy tenue, unas pocas velas iluminaban solo algunas partes del cuarto, no podía verse con claridad. Él mientras tanto, en el otro extremo, permanecía en la oscuridad. A él le excitaba verla ahí, sometida a un instante de purificación, la veía y no podía creer que por fin había comenzado. Había esperado un año completo para planear todo minuciosamente. No podía con tanta emoción, era casi imposible mantener la calma, aún con toda la preparación, seguía siendo extremadamente difícil seguir las reglas, otra vez las malditas emociones lo manipulaban. Apretó los puños para contenerse, re

El Espectador 1

EL ESPECTADOR “ De noche ” Por: Karla Günz S ofía se lavaba los dientes, el celular comenzó a vibrar. La noche era sumamente oscura y la lluvia atenuaba los ruidos exteriores. Las gotas parecían tener intención de derribar los cristales de la única ventana. Sofía veía su reflejo en aquel espejo roto del baño y detrás de ella, los relámpagos entraban por la ventana. Mientras el celular desesperado seguía exigiendo atención, ella se enjuagaba la boca. El celular recorría el tocador rápidamente, iluminando el techo de la habitación con su pantalla fluorescente. Sofía tomó una toalla y se secó los labios rosados. Sin mucha prisa, caminó hacia el aparato con sus pies descalzos. La luz estaba apagada, por lo que se encontró en el camino con varios objetos. Sofía, tranquila, tomó su celular. En la pantalla exterior solo aparecía el símbolo de mensaje nuevo, un pequeño sobre blanco que destellaba en intervalos. Abrió el aparato. Ver mensaje nuevo. Aceptar. "Te v