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Mostrando las entradas etiquetadas como cuento surrealista

El Niño Que Recordó

  D arío se pone su pijama del personaje de Disney, Peter Pan, que le regaló el abuelo. Su pantalón, ya deslavado y su playera color azul rey lo hacían sentir cómodo al punto de no querer quitársela el día siguiente. Gabriela, la madre siempre se prometía desaparecerla un día antes de meterla a lavar, pero la expresión de su hijo al portarla era una sonrisa que valía la pena cualquier berrinche mañanero, por lo menos hasta que el berrinche se hacía presente el día siguiente.      Gabriela coloca un vaso con agua en la mesa de noche, quita los juguetes que esconden la madera rayada de tantas batallas de Batman contra Rayito McQueen. Darío se esconde debajo de las cobijas y comienza a convulsionarse con brincos de aquí a allá con su cadera. Un ataque de histeria, de energía y de infancia que aquellos con hijos pueden comprender perfectamente. Gabriela se inclina sobre su hijo y le da un beso en la frente. El olor a la leche con chocolate, a recién bañado y a juventud le llenan los p

El Baile de las Flores

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  Yeyeth atraviesa el campo de flores que rodea la cabaña de su viejo. Ellas se inclinan hacia los lados para permitirle el paso. Yeyeth suelta un chiflido que resuena por la copa de los árboles más cercanos. Un destello vuela hacia ella a toda prisa. El destello provenía de un ave cuyas plumas están formadas de pequeños espejos, se detiene en el hombro de Yeyeth y sus ojos negros profundos se cruzan, las plumas del ave producen un sonido hermoso al frotarse entre sí. Yeyeth coloca su mano sobre el ave y le acaricia la cabeza con ternura.     Se escucha un ruido, unas ramas que crujen al ser destruidas con una zancada pesada y lenta. El ave se refugia debajo del cabello negro y lacio de Yeyeth. Un extraño ser de por lo menos dos metros de altura se acerca en línea recta hacia ellas por donde empieza el bosque. El ser viste una capa negra hasta los pies, porta una máscara blanca con un pico largo y grueso, la mascara simula el cráneo de algún animal o quizás lo sea. La máscara

El Museo y su Obra de Arte

El amor surge de momentos tan contrarios como absurdos, de eso no cabe la menor duda.  Es de tontos pensar que una hoja de árbol tiene que enamorarse de su rama, un pájaro de su nido o una nube de los cielos. Lo cierto es que aquello que añoramos no es lo mismo que aquello que aprendemos a amar. El amor se aprende en el tiempo, se conjuga y se transforma con emociones y con distintos matices de colores.  Los colores son precisamente aquello que me hizo enamorarme de ella. Preciosa y reluciente obra de arte, ni más ni menos que la existencia de amor mismo materializado en trazos y formas. Cada uno de sus detalles imperfectos componen una posibilidad impresionante de interpretaciones. Por este amor cerca estuve de perder la cordura, de volcarme sobre el mundo y perderme junto con ella. Y cómo no iba a morirme de celos, al ver que tantos ojos y tantos cuerpos se acercaban a ella como si tuvieran el derecho a admirarla, a verla desde ángulos que a mi no me son permitidos. Nadie, sin