Carta a un amor

Mi amor, hoy no recuerdo quién eres. Te veo a mi lado y no te reconozco. ¿Ha pasado tanto tiempo? ¿desde cuándo la cama se ha vuelto un mundo de desconocidos? Te sujetas el cabello de una forma distinta, lees un nuevo libro, ¿esos lentes son nuevos? Todo en ti es nuevo, o lo viejo aquí soy yo. 


Hemos pasado tantas cosas juntos, todos los días nos vemos, vamos al cine, cenamos de vez en cuando. Me pregunto en qué momento comenzamos a guardar silencio, a andar por las calles viendo el pavimento, y no riendo de nuestras babosadas. Extraño eso, extraño sentirme un niño junto a ti. Tu voz inundando todo silencio, callándolo sin dejarle opción. Trivialidades, chistes, reflexiones de un mundo mejor. ¿A quién se lo dices ahora?  Estas muy callada, será que algo guardas, será que los años se acabaron tus palabras, o será que fui yo quien te cansó. He notado que ya no me abres la puerta al subirme al auto, antes solías decir que te gustaba tener esa clase de atenciones conmigo, decías que tu caballerosidad femenina involucraba sentimientos igualitarios, en esta lucha que tienes siempre contra la inferioridad de tu sexo.  


No encuentro en mi memoria cercana algún dato que me diga quién eres, qué piensas, o dónde estás ahora. Solías ser mi persona favorita, ahora no lo sé, puede que no lo seas ya, no podría saberlo. Los besos se han convertido en diplomacia, en acto de mera presencia física, son secos, cortos e insípidos. Tus labios jugosos, que escondían una droga que me hacía devorarlos todo el tiempo, ¿dónde están esos labios? ¿dónde los has guardado? Devuélvemelos, eran míos. Tú me los regalaste. 

¿Qué pasó con aquel proyecto que haríamos juntos? Esa oficina vanguardista que querías abrir, y yo, como siempre, te seguía a todas partes. Porque tu pasión, tus palabras y tus ganas me contagiaban, me llevaban a desear formar parte de eso que tanto soñaste, de tus planes, ayudarte a formarlos. Un día simplemente dejaste de hablar de ello. Quizá esperabas que fuera yo quien emprendiera, el que te llevara a ello, y tal vez te desilusioné. 

Debería pedirte una disculpa, siento que la necesitas, aunque jamás lo admitirías. Pero he de reconocer que yo también estoy cansado. Cansado de vivir siempre detrás de tus sueños. Cansado de vivir contigo. Lo siento. Estoy muy cansado. Sé que esperas que luche por ti, por nosotros, pero hoy no puedo querida, hoy mis ganas están aplastadas debajo de la suela de algún zapato que tiene mucho sin salir del armario. 

Extraño extrañarte. Ya no lo hago más. Extraño ser feliz, eso si. Mi momento más feliz del día incluye a Lorena, la de recursos humanos. Esos momentos en los pasillos en los que compartimos alguna sonrisa, una frase divertida, y tal vez malamente alguna insinuación. Sé que está mal, pero se siente maravilloso. Se siente. Eso ya es algo. Discúlpame, pero después de toda una vida contigo, de tantas etapas increíbles, de tantos aprendizajes, viajes, risas y aventuras. Hoy tengo una aventura. He besado otros labios. Esos labios me besaron a mi y yo los besé de regreso. Fuimos dos viajeros de lenguas extrañas que encontraron un nuevo lenguaje en caricias. Lo siento mucho. Soy de ella, como ella es de mi. Hoy me miras con desprecio, con odio, con decepción. Descuida querida, que mañana no me verás más.   

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